Mientras rellena
las perdices con ceras azules, imagina como sería la vida si logra que su plan
funcione. Antes de servirle, lava el delatador color lapislázuli de entre las
uñas y espera. Espera a que el príncipe termine todo el plato y se convierta en
lo que alguna vez le prometieron, pero tras unos minutos, lo único que consigue
es que de él salga un fuerte olor a mar.
NOTA: El pasado
domingo 23 de junio, coincidiendo con el solsticio de verano, tuvo
lugar el Vendaval de Microrrelatos 2013, en el que durante dos horas tenías que enviar relatos de no más de 200 palabras, Lapislázuli es mi aportación a este soplo de letras.
Huelo a estepas, el mar está lejos. Y tú traes la sal y las distan ias cortas. Eres el vendaval.
ResponderEliminarUna ráfaga
Juan M
Un alisio canario. :)
EliminarEncantador relato el que acabo de leer. Espero seguir leyendo mas como este.
ResponderEliminar:) Gracias por tu comentario, y yo esperaré tus visitas, besitos.
EliminarMe encantan estos cuentos tan geniales pero ¿los príncipes azules no existen? por lo menos comieron perdices.
ResponderEliminarBesicos!!
Este parece que le salió rana :D besitooos.
EliminarMe ha gustado muchísimo ese intento de conseguir lo que le habían prometido. De ilusión también se vive. Un abrazo
ResponderEliminarAl menos lo intenta para que no se diga, besitos Juana mía.
EliminarEste relato es precioso precioso, Rueca. Una joya. No puedo dejar de leerlo qué preciosidad.
ResponderEliminarjajaja ¿¿tanto?? ¡qué emoción! gracias, mi rueca hoy gira contenta.
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