De mayor quiero ser disoñadora

-De mayor quiero ser disoñadora.
-¡Eso no existe Aurora!
-Cómo que no, ¡que sí!
-De eso nada.
-Que sí, sí, sí.
-Mamá, Aurora se ha vuelto a inventar palabras. 
Y así todos los días que me dio por imaginar algo en mi vida. Nunca quedé de creativa, ni de ingeniosa. Mentirosa y loca. Dos palabras que me han perseguido siempre hasta que vieron que todo esto iba en serio. 

-¿Y qué disoñarías, Aurora?
-Una luna llena que no se fuera nunca, y que cada vez que la mirara me picara el ojo como lo hace papi cuando me asomo al balcón para despedirme de él. Amigas que no les de envidia mi pelo, vivir en Disney, un novio como Leonardo DiCaprio que me viniera a buscar al colegio para que todas las que se meten conmigo se mueran de celos. Una minimascota que me cupiera en el bolsillo y pudiera llevármela a todas partes…

Y mi abuelo, que era el único que me entendía hasta que dejó de reconocerme, me escuchaba con tanta atención que yo seguía y seguía hasta que no quedaba nada más por disoñar. 

Ahora solo disoño cuando escribo, los años y la gente han matado la magia. Aunque reconozco que a veces me asomo por la puerta del trabajo para ver si viene Leonardo DiCaprio a buscarme, estoy convencida de que es una trampa de la pequeña Aurora que todavía vive en mí para llamarme la atención o para recordarme algo, qué sé yo. Cuando más se pone de pesada es con la luna llena, da igual que esté entretenida, resignada, triste o alegre que no me deja tranquila hasta que miro a la luna y me guiña un ojo.

#AurorapostLondres

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