Ilustración: Daslav |
De hierro forjado el pequeño pescado no
podía nadar. Sus días eran muy tristes y mientras sus compañeros saltaban sobre
las olas, él tenía que quedarse en el suelo sin poder nadar. Su mejor amigo, el
pez Globo, lo había probado todo para animarle. Le decía que era el más fuerte
de todos y que nadie podría pescarlo nunca. Pero eso no era suficiente para
sacarle la sonrisa. Un día, Globo, en una de sus múltiples expediciones
marinas, encontró bajo los restos de un barco hundido, el trozo de cuerda que
sin quererlo le daría la solución. Con ella hizo un nudo muy fuerte desde su
colita hasta la de su amigo, luego cogía aire y se hinchaba grande, grande como
la luna para poder así despegar al pescadito de plomo del
suelo y pasearlo al fin por el mar.
Nota:
Relato publicado en Mares de peces, proyecto de mi buena amiga Beatriz Carilla
Egido donde recopila todos aquellos relatos relacionados
con los peces y su medio acompañado por bonitas ilustraciones. Un honor poder
nadar entre sus aguas, no duden en hacerlo ustedes también.
Muy buena lección: nada de compasión cuando hay ingenio.
ResponderEliminarUn beso
Juan M
Que no se diga, será por imaginación, un beso de vuelta.
EliminarUn relato muy tierno y ejemplarizante. Me ha gustado mucho, Érika.Besos
ResponderEliminarHola Juana, gracias, me alegro mucho de que te haya gustado, yo siempre tengo una cuerda en el bolsillo por si un día la necesitas, un beso muy grande.
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