Delineada
perfecta, así es la sombra más bonita que alguna vez hubiera visto. La conocí
en el viejo café de la plaza Olivera cuando varias
de sus lamparillas se convirtieron en cómplices al darnos vida en la pared.
Como sombras teníamos que repetir todos los movimientos de nuestros dueños pero
aprovechamos que ellos, sentados de espaldas el uno al otro, no fueron
capaces de subir la mirada de sus teléfonos móviles para saltarnos el
reglamento. Las cuentas llegaron a cada una de las mesas y con diferencia de
pocos minutos se marcharon. A nosotros todavía nos quedaba el postre.
Nota: Relato finalista en el primer concurso organizado por la revista Cuentos para el Andén "7 días, 500 palabras."
Enhorabuena, Hilandera, no solo por la nominación sino por tu prosa, que echaba de menos por culpa de esta espalda mía. Pero ya estoy de vuelta.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Gracias, por aquí también se te echaba de menos, espero que estés mejor, besos curativos.
EliminarBonito texto, muy bonito esa libertad de las sombras para hacer su propia vida y tan romántico.
ResponderEliminarMuy bueno.
ABRAZOS
Si los dueños no están a lo que están, ellas no tienen la culpa, un beso enorme, y muchas gracias por tus palabras y tus visitas.
Eliminar¡ Felicidades Erika ! Siempre tan sutil y bella tu pluma...
ResponderEliminarAbrazos de mar
:) Hola Ángeles, gracias, un beso desde mi mar.
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