Desde hace dos semanas la puerta giratoria de la estación está estropeada
por la lluvia, igualmente, aunque estuviera bien, nunca paso por ahí si la
puerta de emergencia está abierta, también evito subirme a los ascensores de
los centros comerciales, y la verdad es que nunca me ha pasado nada en ninguno
de los dos sitios, pero así soy yo, todo lo que lleve electrónica y pueda dejarme
encerrada en un lugar que no conozco lo evito, de resto creo que soy bastante
normal.
Pero por suerte como hace dos semanas que la puerta no funciona, la de
emergencia siempre ha estado abierta, y yo no me he tenido que preocupar por
donde o no salir. Hasta hoy, que después de un trayecto pseudolacrimal por
culpa de mi mp3 y de pensar en las señales que tengo que seguir, la puerta
giraba más pancha y contenta que nunca, con sus aspas y con sus casillas llenas
de gente como un verdadero trivial humano llegando a la meta.
Me paré en seco frente a ella, ni siquiera miré si la puerta de mis
emergencias estaba abierta.
-Déjate llevar por mi giro.
-¿Es a mí?
-Claro Aurora, la única que puede ver vida en una puerta giratoria eres tú,
por eso escribes, ¿te acuerdas?
No voy a ser nadie para protestar ante una puerta que me habla, así que me
metí sin miedo por primera vez en ocho meses, y giré dentro de ella varias
veces, como una metáfora de lo que buscaba treinta minutos antes de llegar.
Vale, sí, luego vi una caca de perro pero esa no cuenta.
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